Beba: Tú, que has tenido la posibilidad y la obstinación de buscar y
guardar estos versos de Anita, me has pedido que escriba unas palabras
para presentarlos.
Tal vez lo hiciste porque sabes que yo siempre
he andado cerca de las letras. Eso ya pertenece al pasado y ahora no me
sirve. Para esto no. Sólo el corazón. Y el dolor. Y la bronca.
Anita
tenía 20, 21 años cuando escribió esto que ella misma en las palabras
con las cuales se los ofrece a mamá, llama “mis humildes aspiraciones de
llegar a hacer un verso” o “una especie de verso que quiere ser y que
no puede.”
Estaba estudiando en esos momentos y vivía y sentía y
sufría todo lo que una muchacha joven siente, vive y sufre en esos años
luminosos.
Fe, amor, profundo sentimiento familiar, amor, soledad,
enfrentamiento con la muerte, amor -la muerte de papá la hirió mucho-,
búsqueda de algo que todavía no vislumbra y ese grande amor y admiración
por su hermana Cristina.
Esto es lo que hay en estos versos que,
posiblemente Anita hubiera corregido en una segunda lectura. La mayoría
están en borrador, escritos con su letra tan característica,
borroneados, algunos inconclusos. Pero yo he preferido dejarlos así. No
me siento con derecho a enmendarle la plana cuando ella no está para
darme su conformidad. Por lo menos que en esto sea respetada.
No
muchos años más tarde vendrían los que se creyeron con derecho a
disponer de su vida, a desaparecerla, a arrebatarle el niño que llevaba
en sus entrañas.
Nos han quedado sus versos de los veinte años y
con ellos lo que fue, lo que soñaba, lo que sentía, lo que temía. Ella
está con nosotros, junto a su “hermanita repetida…tan una entre las
dos”. Están en nuestro corazón, en nuestros labios, en nuestros sueños,
en todo lo que quisiéramos hacer y no podemos, en todo eso que nos
impulsa a buscar, a pedir, a exigir la justicia que no llega.
Ellas
están a nuestro lado, nos llevan de la mano; aunque ya estamos casi
viejos nos infunden su juventud, su fuerza y nos empujan a seguir
poniendo lo poco que podemos para que cambie este mundo enfermo, esta
civilización impía, esta sociedad hipócrita que enaltece a los verdugos y
rechaza a los mártires.
Debemos tener fuerzas, hermana, para no
traicionar la generosa entrega de los que tanto amamos. “Hay que seguir
andando nomás”…como decía Monseñor Enrique.
Nena
Poesías,
cuentos, novelas y ensayos, escritos desde una perspectiva en que la
literatura tiene un deber social que es el de dar testimonio y
respuestas a las angustias de la época.
Para los escritores que comparten esta colección “los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción y en la reflexión”.
Para los escritores que comparten esta colección “los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción y en la reflexión”.
La
colección es una muestra de la capacidad crítica, de exigencia
existencial y la necesidad de participar y contribuir en el diseño de
políticas culturales por parte de nuestros autores.